LOS CURSILLOS EN CHILE
Al manifestarse algunos Cursillistas, casi todos extranjeros, que habían vivido la experiencias en otros países.
A partir del año 1962 las primeras muestras de lo que eran los Cursillos de Cristiandad, empiezan a concretarse en Santiago donde comenzarán a realizarse algunas Reuniones de Grupo. Varios de estos Cursillistas extranjeros sentían la añoranza del ambiente de Cursillo que habían vivido y trataron de revivirlo a través de sus Reuniones de Grupo. Registramos de ese tiempo algunos nombres: Padre Edmundo Hammerlink (Agustino Holandés); Padre Francisco Vicente (Claretiano Español); Luis Greciano y Señora (Españoles); Antonio Moratinos y Señora ( Españoles); Hugo Gundivo y Señora (Bolivianos); José Luis Cornejo (Español).
Estas personas se entrevistarán en varias oportunidades con el Pastor de Santiago, en ese entonces el Cardenal Mons. Raúl Silva Henríquez, intentando obtener la autorización para introducir en Santiago los Cursillos. Sin embargo algunas dudas y prejuicios sobre su metodología, que en aquel entonces se consideraba muy españolizada, retardaran una respuesta positiva por parte de la Jerarquía y como no es posible iniciar la acción de Cursillos sin la autorización del Obispo, no fue posible que ello se concretara.
Esta Pre Historia registra también una noticia, sin mayores detalles en el sentido de que en alguna oportunidad habría surgido en estos tiempos una iniciativa en Rancagua, pero también sin éxito.
Serían para estos pioneros tiempos de mucha pena, de mucha oración y de mucha esperanza, de que algún día otros recogerían los frutos de esas lágrimas.
El año 1963, en la diócesis de Temuco, siendo entonces su Obispo Mons. Bernardino Piñera, este decidió programar una Gran Misión Diocesana, para la cual vio que era necesario motivar y preparar a los laicos para que participaran activamente en ella y particularmente para que se comprometieran en su realización y tareas.
El mismo Monseñor Bernardino Piñera, nos cuenta como se inició el Primer Cursillo en Chile:
- Estábamos formando los equipos misioneros (para la Gran Misión de 1963). El Padre Arturo Dwyer, de Maryknol, Párroco entonces de Santo Tomás, era el generalísimo de este operativo apostólico. Fue entonces cuando él hizo una sugerencia: ¿No vendrían bien, con ocasión de esta misión, introducir en la Diócesis un método de conversión y de formación espiritual que podría no solamente entonar a los misioneros que habían de participar en la misión, sino dar un apoyo espiritual a tantos hombres y mujeres de quienes preveíamos que, a raíz de la misión, quedarían deseosos de participar más activamente en la Iglesia?. La fórmula que él proponía eran los Cursillos de Cristiandad. Y, hombre práctico y generoso, no se contentaba con sugerir una idea, él ofrecía, en nombre de Maryknol, traer un equipo de dadores de Cursillo desde Arequipa Perú.
El Padre Arturo Dwyer, había conocido y vivido la experiencia de los Cursillos de Cristiandad, mientras ejercía su sacerdocio en el Perú.
Con el visto bueno del Pastor, el padre Dwyer hace los contactos respectivos, y se solicita entonces un Equipo a la diócesis de Arequipa, Perú, el cual viajará para dar, entre el 28 de junio y el 1º de julio de 1963, el Primer Cursillo de Cristiandad en Chile, con el cual se iniciaría esta historia de Gracia en nuestra patria. Este Equipo estuvo formado por:
Entretanto en Santiago, las constantes críticas e indiferencia del Arzobispado frente a los Cursillos de Cristiandad no hicieron mella en el Espíritu Santo, que como sabemos “sopla cuando y donde quiere”. En efecto en 1964 aparecería por la capital , Gerino Casal, un español cosmopolita, que habiendo vivido la experiencia en su patria, quedó tan entusiasmado, que decidió dedicarse con todas sus fuerzas, “casi profesionalmente” a recorrer el mundo dando Cursillos, con mucho entusiasmo y una cuota un tanto excesiva de originalidad. Luego de haber estado un tiempo en Venezuela, donde encontró que el ambiente de Cursillos era demasiado conservador y tradicional para “su proyecto”, se trasladó a Buenos Aires, encontrando allí la alabanza de unos pocos y fuertes críticas de muchos.
En Santiago toma contacto con las autoridades eclesiásticas, las que caerán ante la oratoria y las novedades que les ofrece Casal. Se acepta su plan de “Cursillos Especiales” y se le autoriza para dar el 1º de Hombres del 9 al 12 de Octubre de 1964, en el que participarían, entre otros, el Padre Eliseo Escudero y el laico Fernando Villanueva, quienes más adelante tendrán una importante participación en el inicio “oficial” de los cursillos en la Arquidiócesis.
Durante algunos años Santiago seguirá dando Cursillos al estilo diríamos “Casal”, mientras en el resto del país, las distintas diócesis, iban adoptando el Método universal, comenzado en 1963 en Temuco, y desde donde se había irradiado a una parte importante del País. Al estilo Casal” se llegarían a dar en Santiago, diez Cursillos para hombres y cinco para mujeres, hasta principios de 1969.
Algunos de los dirigentes que habían vivido los Cursillos de Casal, al contrastar esa realidad con lo que estaba sucediendo en las otras diócesis en que el Movimiento había empezado de acuerdo a la metodología propuesta por sus iniciadores, fueron llegando al convencimiento de que “no convenía seguir adelante con el método impuesto por Casal” por cuanto estos no estaba en la línea auténtica. Convencimiento que se hizo definitivo después de algunas reuniones y conversaciones que tuvieron con los dirigentes de Temuco, y sus conclusiones y aprehensiones fueron prestamente comunicadas al Sr. Cardenal Silva Henríquez.
Con este antecedente y ante la insistencia de varios dirigentes, el Cardenal condiciona su autorización para iniciar los Cursillos en Santiago, a que un representante suyo asistiera a vivir la experiencia en otra diócesis, para que le explicara las características de la metodología que se usaba para su desarrollo y le aclarara sus dudas. Es así como envía a Temuco, a vivir un Cursillo de Hombres, al Sacerdote Mario González, quien a su regreso la dará un excelente informe sobre la experiencia vivida, Gracias a Dios esa evaluación positiva va a mover finalmente a Monseñor Silva Henríquez a autorizar que se iniciaran en Santiago oficialmente los Cursillos.
Entre el 30 de Abril y el 3 de Mayo de 1969, con la colaboración de Dirigentes de Chillán y Arturo Godoy de esa diócesis como Rector, se da en Santiago el Primer Cursillo “auténtico” o “regular” de Hombres, acordándose darle el Nº 11, en consideración a los diez que se habían dado “al estilo Casal”. Entre el 27 al 30 de Agosto del mismo año se da el Primero de Mujeres, al que por las mismas razones se le asigna el Nº 6.
De Temuco pasarían posteriormente a Araucanía, Valdivia, Puerto Montt, Aysén, Ancud, Arica, Concepción y Chillán. De Concepción a su vez a Los Ángeles, Linares y Osorno. De Chillán por su parte irán a Valparaíso, Arica, Iquique, Santiago y Rancagua. Y de Valparaíso a Copiapó, La Serena, Illapel, Talca y San Felipe. De Antofagasta a Calama. De Santiago a Melipilla y San Bernardo. Y entre el 10 y el 13 de Julio de 2003 a Punta Arenas, la diócesis mas austral del mundo, con lo cual estaría cumpliendo literalmente el mandato del Señor de llevar su Palabra: “hasta los últimos confines de la tierra”.
Como nos sucede en relación a los orígenes del Movimiento en los distintos países, en el caso de las distintas diócesis de Chile también nos sucede que tenemos sólo algunas pistas de algunas de ellas, por lo cual también esperamos que en la medida en que esta página web vaya siendo conocida, podamos ir recibiendo aportes fundados que nos permitan actualizar y complementar este acercamiento que intentamos hacer a la historia de los Cursillos.
En cuanto al Secretariado Nacional, el primero se va a constituir en 1969, en el 2º Encuentro Nacional celebrado en Concepción. Originalmente se conformó con dirigentes de distintas diócesis, pero a muy poco andar, a partir del 3er Encuentro Nacional, celebrado en Viña del Mar, en 1970, asumiendo las dificultades de reunión que la configuración geográfica de nuestro país provocaba, se modificó el Reglamento y se estableció que el Secretariado estaría radicado en una diócesis determinada.